Por qué Arsat es importante como activo estratégico del Estado nacional
POR OSVALDO MARIO NEMIROVSCI · 26 DE ENERO DE 2024
Hay temas que merecen un sensato debate antes que unilaterales medidas impulsadas sin examinar historias, datos, concreciones. Creo difícil ver manos legisladoras alzadas aprobando la privatización de Arsat. Permítanme ofrecer una mirada para reflexionar sobre el tema.
En 1963, se puso en órbita un primer satélite de comunicaciones geoestacionario, el Sincom I, y fue un gran avance si vemos que, apenas habían pasado dieciocho años desde que una obra de ciencia ficción escrita en 1945 por Arthur Clark, había imaginado —así como Julio Verne imaginaba La Vuelta al Mundo en ochenta días o el Viaje al centro de la tierra— la posibilidad de que se pudieran transmitir datos desde la Tierra a una suerte de satélite artificial en la estratosfera y de ahí distribuirse a otros lugares.
Apenas dieciocho años después que la literatura fantástica lo imaginara, se pone en órbita el primer satélite de comunicaciones, y dos años después, en 1965, sale el primer satélite comercial, llamado Early Bird (Pájaro madrugador). Fue puesto en órbita por un consorcio internacional de más de 130 países que se llamó Intersat.
Historiemos, en 1865 veinte países se juntan y discuten sobre el tema de las comunicaciones y firman un primer convenio telegráfico internacional. Es el origen de lo que en 1932 se conforma como la Unión Internacional de Telecomunicaciones, que es el organismo intergubernamental más antiguo que hay, antecesor incluso de las Naciones Unidas y se constituye dentro de las ONU como agencia especializada en telecomunicaciones.
La UIT juega un papel fundamental en la gestión de los recursos de frecuencia radioeléctrica y de órbita, que son, contra lo que mucha gente supone, recursos naturales finitos, limitados, y por lo tanto suscitan una demanda constante y creciente. De ahí la importancia que tiene la órbita que la Argentina posee.
En 2006, apenas cuatro años después de una Argentina en emergencia, se creó Arsat y eso fue una clara señal de que se podían fijar objetivos de crecimiento, de grandeza y en el campo de la ciencia dejar de ser de ser consumidores de tecnología para pasar a ser productores de conocimiento.
Las nuevas relaciones de producción tienen que ver con la sociedad del conocimiento, con la sociedad de la información y con un salto cualitativo y tecnológico que la Argentina comenzaba a dar a partir de crear una empresa para soluciones satelitales.
Debemos valorizar el conjunto de conocimientos científicos y tecnológicos alcanzados, que se materializaron en la construcción de un sistema satelital que se ubicó en una buena posición como Arsat y construyó satélites geoestacionarios de mediano porte, con dos toneladas de peso que orbitan a 36.000 kilómetros de altura en una banda ecuatorial.
Somos parte de los pocos países que manejan la posibilidad del recurso de los sistemas satelitales. Sepamos que el parque satelital envejece, ya que dura entre doce y dieciocho años. Muchos de los satélites que están orbitando van a entrar en desuso por lo que va a haber una fuerte demanda para reponerlos.
Estos satélites se utilizan para brindar señales de televisión y radio, Internet, transmisión de datos, solución de última milla, transmisión multimedial, transmisiones especiales de TV, videoconferencias e, incluso, prestaciones que contienen un nivel de valor social, como en el caso de la telemedicina o de la educación a distancia.
Mantener Arsat impacta en dos temas centrales. Por un lado, tiene que ver con la defensa de los intereses nacionales y, además, crea y genera empleo de alta densidad tecnológica que ubicó a nuestros técnicos y profesionales en el diseño, desarrollo y fabricación de satélites de comunicaciones. Y más de quinientas pequeñas y medias empresas son abastecedoras de insumos y material.
Nuestros tecnólogos, técnicos y científicos están capacitados para impulsar innovación productiva, y aplican en Arsat, a partir del diseño, desarrollo y fabricación en el país de este tipo de satélites, todos aquellos conocimientos en los que fueron preparados.
¿Qué se quiere decir cuando se considera que una Nación es avanzada, o se afirma que un país es del primer mundo? ¿Por qué se los califica de esa manera? ¿Porque son más lindos, porque tienen mejor cine o porque comen mejor? Si bien puede haber parte de esto último, lo cierto es que un país se considera avanzado cuando puede hacer cosas como estas, es decir, cuando tiene la posibilidad de generar ciencia propia de carácter tecnológico, porque es innovador en la producción y porque en definitiva puede crear conocimiento.
Sin caer en patrioterismo vacío, pensemos con humildad que nuestro país tiene con Arsat, el camino que llevó a ubicarnos en el derrotero de las naciones más avanzadas que crean ciencia propia con aplicación tecnológica.
No todos los países tienen órbita. Nuestro país tiene dos y son apreciadas por otros países, la 71.8, conocida como 72, y la 81 Oeste. Cuando no se ocupan son solicitadas por otras naciones, y por eso es importante hacer buen uso de ellas.
Nuestros satélites, llegan a los mercados más dinámicos que, desde el punto de vista comercial, le otorgan carácter de rentabilidad al emprendimiento, porque ilumina a todas las Américas: Argentina, América Central, gran parte de Estados Unidos y Sur de Canadá. Por ello se consideran rentables.
Incluso no es bien visto en el mundo que Argentina, un país no considerado de primer nivel en el campo de la informática, pueda salir a competir en la construcción de satélites. ¡Pero lo hicimos, con Invap y Arsat y se hizo maravillosamente bien!
Un satélite es mucho más que una construcción material. Es un bien altamente intensivo en conocimientos, en el que prácticamente el 50 % de su valor es intangible. Son horas mente en ingeniería. La producción se realiza de manera casi artesanal, es decir unidad por unidad. Un satélite es la emblematización de que nuestro país, la Argentina, da un paso adelante en esta carrera por estar en los primeros niveles de la tecnología.
Hay una nueva economía que tiene que ver con este cambio de las formas de producción requiere nuevas inteligencias. Tener, en el Estado, una empresa de este tipo, está en ese camino.
Hay dos facetas: la verdadera revolución tecnológica que significa generar la conciencia de que podemos fabricar satélites, y la segunda parte, que es la comercialización que la empresa con presencia del Estado lleva adelante. Tal vez lo más importante es lo primero, y a lo mejor nos quedamos discutiendo lo segundo, que tiene que ver con los manejos de una actividad que ya está desarrollada en la Argentina, que es la venta, la comercialización y el uso de las comunicaciones.
Al crear Arsat, nos convertimos en generadores de contenidos y aplicaciones. Se creó, con sentido nacional, ciencia y conocimiento argentino. Y eso, ¡es un orgullo, sin dudas!
La soberanía está constituida por muchas cosas: es la bandera, la patria y la defensa de los derechos humanos, de los intereses territoriales, del patrimonio nacional y de los recursos naturales, pero también es crear conocimiento.
Y eso no se logra en manos privadas ni lo garantiza el mercado.