Malvinas y el nacionalismo popular revolucionario
De la rebelión del Gaucho Rivero al Operativo Cóndor: legados de una reivindicación popular de la soberanía nacional. El peronismo montonero y la guerra de Malvinas.
Mariano Pacheco
Se sabe: la década del setenta del siglo XX estuvo marcada por el auge cultural del revisionismo histórico. El 29 de Mayo de 1970, en el Día del Ejército argentino –pero también, de la conmemoración del primer aniversario del Cordobazo—una nueva organización político-militar secuestra y juzga (a través de un juicio revolucionario que lo condena a ser ajusticiado por sus crímenes) al General Pedro Eugenio Aramburu, uno de los máximos responsables del derrocamiento del gobierno constitucional de Juan Domingo Perón en 1955 y el ciclo de proscripciones, encarcelamientos, torturas, exilios y fusilamientos que instaura la dictadura autodenominada Revolución Libertadora, rebautizada tiempo después por Rodolfo Wash como “La Fusiladora”. El nombre elegido para la organización es Montoneros, ligando así la moderna lucha obrera con las batallas libradas por los gauchos en el siglo XIX.
Hasta entonces, gran parte de la historiografía de izquierda se identificaba con los vencedores liberales (en una mala lectura, teleológica, del marxismo) y el nacionalismo de raigambre católica muchas veces recaía en un folklore de derecha, sin anclaje en lo real, sin dar cuenta de la lucha de clases que se desataba al interior mismo de la nación. Pero los setenta lo cambian todo: relecturas de Marx y sus textos inéditos (como aquellos sobre la cuestión colonial); organizaciones marxistas que devienen peronistas (como las Fuerzas Armadas Revolucionarias, las FAR, grupo de apoyo a la empresa libertaria del Che en Bolivia comandada por Carlos Olmedo); agrupamientos de derecha que asumen posiciones de izquierda (como un sector de Tacuara) y una nueva definición que intenta englobar perspectivas diversas en un sentido emancipatorio: el nacionalismo popular revolucionario.
Montoneros, inscripta en esta corriente, comienza a publicar en 1973 la revista El Descamisado, que en medio de la efervescencia de la “primavera camporista” llega a contar con una tirada que supera los 100.000 ejemplares semanales). Allí, el hoy aún detenido-desaparecido Héctor Germán Oesterheld, aportó una serie de dibujos para la sección de historietas históricas titulada “450 años de lucha contra el imperialismo”, retomando incluso las peleas indígenas de la etapa de resistencia contra la corona española. Las editoriales de dicha publicación estaban a cargo de Dardo Cabo, emblemático activista sindical y militante de la resistencia peronista que en los años sesenta tuvo su paso por grupos de derecha como Tacuara y que en 1966 comanda el “Operativo Cóndor”, junto a la que será su compañera, María Verrier (única mujer del grupo), aquella mañana del 28 de septiembre cuando secuestraron un avión de Aerolíneas Argentinas que volaba hacia Río Gallegos y lo hicieron desviar hacia las Malvinas, mientras el dictador Juan Carlos Onganía recibía en Argentina al Príncipe consorte inglés Felipe de Edimburgo.
Paradojas de la época, quien secundaba a Cabo era Alejandro Giovenco, quien menos de una década después muere cuando una granada le explota en el maletín, tras retirarse de una sede de la Unión Obrera Metalúrgica (el explosivo estaba destinado a La Tendencia en la que entonces militaba Cabo).
En esa línea de intervención y de lectura de la historia que realiza el revisionismo debe situarse también la reivindicación del peón rural Antonio “El Gaucho” Ribero, quien en 1833 encabezó la rebelión que izó la bandera nacional argentina en Malvinas.
Gauchos rebeldes, guerrillas y montoneras, cabecitas negra en busca del tiempo perdido para volver a reivindicar desde abajo la soberanía nacional.
Soberanía popular y defensa nacional
En el planteo de Montoneros, el respaldo al intento de recuperación argentina de las islas aparece estrechamente ligado con el de la defensa de la soberanía, tanto en términos nacional como populares: gobierno de emergencia, cuestionamiento de la “oligarquía cipaya” aliada al imperialismo, denuncia de la política económica de la dictadura que privatiza empresas claves en manos del Estado; también se hace un llamado a la clase trabajadora para ocupar las empresas radicadas en nuestro país, tanto de capital británico como de sus aliados norteamericanos para financiar los costos de la guerra y que éstos no recaigan sobre las espaldas del pueblo trabajador, “reprimido y explotado salvajemente”, como puede leerse en el documento titulado “Ante la agresión inglesa movilizar al pueblo para defender a la patria”.
Cabe recordar que durante la denominada “Contraofensiva popular” de los años 1979-1980, las militancias montoneras que reingresaron al país lo hicieron en dos tipos de grupos, estrictamente diferenciados por sus tareas: las Tropas Especiales de Agitación (TEA) y las Tropas Especiales de Infantería (TEA), dedicadas las primeras a acompañar la reemergencia de la lucha obrera, y a golpear al equipo económico de la dictadura genocida, las segundas. De allí que, en esa misma línea, Montoneros apoye el intento de recuperación de Malvinas que realizan las Fuerzas Armadas, mientras ponen en discusión el plan económico antipopular que éstas llevaron adelante con la “guerra sucia”.
Mariano Rodolfo Martín, militante montonero que permaneció en el país durante todos los años que duró el autodenominado Proceso de Reorganización Nacional, formando parte de la experiencia que he narrado en mi libro Montoneros silvestres. Historias de resistencia a la dictadura en la zona sur del conurbano, comenta en diálogo con este cronista que “el apoyo a recuperación de Malvinas no implicó un apoyo a Galtieri” y recuerda que por entonces la organización realizó algunas maniobras al respecto: todos sus militantes presos se ofrecieron a ir a combatir a las Islas y que ante la negativa de la dictadura luego ofrecieron donar sangre para los heridos (cuestión que también fue negada, subraya); que distintos miembros de la Conducción Nacional se acercaron a territorio argentino, permaneciendo en países limítrofes y que Oscar Bidegain (ex gobernador de la provincia de Buenos Aires que además había obtenido títulos en el Campeonato Internacional de Tiro) presenta públicamente sus intenciones de enrolarse en la causa Malvinas, sea como combatiente, como médico o como instructor de tiro.
Martín también recuerda una anécdota con el fin de graficar lo que viene mencionando. “Un día voy en tren de viaje desde Quilmes, donde vivía, a La Plata, donde mi hermano mayor –también militante montonero—permanecía entonces detenido. Y me llamó la atención el hecho de que, a diferencia de semanas o meses anteriores, la gente charlara en el transporte público a viva voz, como dejando atrás esa autocensura que había caracterizado todo el período anterior. ¿Qué te quiero decir con esto? Que la hipótesis de que si los militares argentinos triunfaban en Malvinas teníamos dictadura por muchos años más, no me convence. La gente salió a las calles a apoyar la causa Malvinas, y eso permitió una apertura en muchos sentidos: del rock nacional que empezó a escucharse a niveles masivos al reclamo de apertura política que se hizo corriente, incluso en el cuestionamiento a la dictadura presente en las mismas movilizaciones en defensa por la recuperación de las islas. También el realineamiento internacional podría haber influido en ese sentido: desde el apoyo de países africanos, de la URSS o Cuba”, remata, comentando al pasar la claridad de Fidel Castro a la hora de analizar en términos militares la estrategia británica para invadir Malvinas, y la el apoyo de las dos escuadras de aviones peruanos (con pilotos incluidos) que el 9 de junio aterrizan en Tandil, mientras en su país tropas militares se movilizaban a la frontera con Chile, para obligar a Chile a dispersar tropas que podrían servir de apoyo a Gran Bretaña.
Para Martín, la guerra de Malvinas mostró la hipocresía de los Estados Unidos incluso respecto de su propia legalidad, y recuerda que en 1947, ante la denominada “amenaza comunista”, impulsa el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (T.I.A.R), que obligaba a los países miembros del continente a prestar ayuda, colaborar e involucrarse en combates ante un enemigo extracontinental. Y si bien el 28 de abril de 1982 el TIAR aprobó con 17 votos a favor y cuatro abstenciones —Chile, Colombia, Estados Unidos y Trinidad y Tobago— una resolución de nueve puntos que llamaba al Reino Unido a cesar las hostilidades, mientras advertía a la Argentina de no hacer ninguna acción que pudiera empeorar la situación (reconociendo la soberanía de la Argentina en las Islas Malvinas), Estados Unidos acusó a Argentina de agresión y brindó su respaldo diplomático a Gran Bretaña.
Por último, Martín señala que el documento de Montoneros anteriormente citado (que distribuyeron en el país mientras se acompañaba la propuesta con acciones de sabotaje a bancos y empresas británicas), también exigía la liberación de los presos políticos (la mayoría detenidos tiempo antes del 24 de marzo de 1976, puesto que desde esa fecha se hizo “modalidad oficial” el procedimiento clandestino de terrorismo estatal de secuestro-desaparición de personas) y la gestación de las condiciones necesarias para el retorno de los miles de exiliados que permanecían fuera del país.
Por enfrentarse a tamaño desafío, Montoneros expresa en dicho texto la necesidad de convocar a las y los trabajadores de los distintos países Latinoamericanos a unirse para enfrentar ese enemigo común, que no era sólo el de los “piratas ingleses” que ocupaban (ocupan hasta hoy) una parte del territorio soberano argentino, sino –sobre todo—sus aliados yanquis.
El presente de la historia
La usurpación no puede ser nunca fuente de derecho. Desde ese fundamento básico la Argentina reclamó y podrá seguir exigiendo justamente sobre la soberanía en torno a Malvinas.
Hoy, con un gobierno que a diferencia del de 1982 no caben dudas que es producto de la elección popular, el reclamo para que se sostenga un diálogo en torno a la soberanía argentina sobre las Islas Malvinas tiene aún mayor legitimidad, y no caben dudas de que sigue siendo un eje fundamental a la hora de pensar la integridad de la soberanía nacional. La búsqueda por lograr una justa solución por la vía diplomática ha sido desoída en múltiples oportunidades. Tal como aconteció en 1982 respecto de las adhesiones de numerosos países a esta “Causa Malvinas”, hoy también esta cuestión bien podría ser la punta de lanza para abordar una discusión más general acerca de los modernos y controvertidos enclaves coloniales británicos expandidos por el mundo. Y también, podría ser el puntapié de un debate sobre la soberanía nacional y popular en la actualidad, en el resto del territorio argentino y de nuestra patria grande latinoamericana.